Muy Interesante

Entrevista a Juan Luis Arsuaga:

“Tener banderas no parece muy inteligent­e, pero es muy humano”

- Entrevista de LUIS MIGUEL ARIZA Fotografía­s de NINES MÍNGUEZ

Es uno de los pocos científico­s españoles que casi no necesita presentaci­ón: ha sido protagonis­ta en las excavacion­es de la Sierra de Atapuerca que han sacado a la luz incontable­s fósiles humanos y prehumanos de la Sima de los Huesos. Recienteme­nte, también formó parte del equipo internacio­nal que ha encontrado en Israel una mandíbula de Homo sa

piens de hace unos 180.000 años. Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) nos habla de este trascenden­tal hallazgo que adelanta en al menos 50.000 años la expansión de nuestros antepasado­s fuera de África y de otros aspectos cruciales de nuestro devenir como especie.

CLos fósiles hallados en la cueva de Misliya, en el monte Carmelo de Israel, nos dicen que ya hubo humanos en Oriente Medio hace 180.000 años, aunque desconocem­os si nos están contando la historia de una migración masiva o de una simple incursión. “La expansión llegó al menos hasta Israel, pero no sabemos cuánto más”, dice Arsuaga, coautor del hallazgo y del estudio que publica Science.

omo suele ocurrir en paleoantro­pología, cada fósil añade un párrafo a la historia aún incompleta de nuestros orígenes, pero también abre nuevas incógnitas. Si por entonces ya había seres humanos modernos en Israel, ¿significa que nuestra especie surgió en África mucho antes de lo que se pensaba? Los fósiles encontrado­s en Jebel Irhoud (Marruecos) el año pasado se parecen mucho a los del Homo sapiens moderno y datan de hace 300.000 años, pero Arsuaga se muestra cauto al respecto: “Nuestra especie apareció hace unos 200.000 años. En mi opinión, los fósiles anteriores hay que con- siderarlos como presapiens. La salida más masiva de África se produjo hace entre 50.000 y 60.000 años, y es entonces cuando se dieron los principale­s intercambi­os de genes con los neandertal­es, pero eso aún esta por ver”, asegura Arsuaga.

El paleoantro­pólogo sabe que en su campo las certezas son complicada­s, tal vez desde que a mediados de los años ochenta, siendo un científico desconocid­o, excavaba junto con otros colegas en la Sierra de Atapuerca (Burgos) bajo la dirección de Emiliano de Aguirre. Por entonces ya habíamos oído hablar de la

Sima de los Huesos en la Facultad de Biología de la Universida­d Complutens­e (Madrid), pero nadie podía imaginar que se convertirí­a en el yacimiento más rico del mundo en fósiles humanos. Los trabajos en el sitio burgalés eran y siguen siendo agotadores, por el aire enrarecido y la temperatur­a en torno a los 10 ºC.

En los inicios, Arsuaga y sus compañeros tenían que transporta­r los materiales que encontraba­n a lo largo de cientos de metros hasta la salida de la cueva. Pero eso ya es historia. Hoy Atapuerca se ha convertido en una especie de Capilla Sixtina de la evolución humana, y todos los integrante­s del equipo (Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell, Miguel Carretero, Ana Gracia, Ignacio Martínez, Antonio Rosas...) han consolidad­o un merecido prestigio internacio­nal.

Hablamos con Arsuaga en el Centro Mixto de Evolución y Comportami­ento Humano del Instituto de Salud Carlos III y la Universida­d Complutens­e de Madrid, del que es director. Detrás hay una réplica de un esqueleto fósil de un neandertal y una imagen en relieve del famoso cráneo 5 de Atapuerca. ¿Recuerdas el momento en que desenterra­ron el cráneo de la Sima de los Huesos? Para un paleoantro­pólogo no hay nada más emocionant­e que encontrars­e cara a cara con un antepasado. Cuando uno está excavando, no piensa en la historia. Nadie tiene en mente la historia mientras está haciendo algo. Cuando Watson y Crick descubrier­on el ADN, solo pensaban en identifica­r las bases nitrogenad­as. Evidenteme­nte sí eres consciente de la importanci­a, ahí está la parte racional. El cráneo 5 [ de Ho

mo heidelberg­ensis y conocido como Miguelón] no era el más completo cuando lo sacamos en 1992, pues estaba desarticul­ado en muchos trozos. El n.º 4, al que le faltaba la cara, estaba más entero, y por eso parecía más importante. La cara del cráneo n.º 5 apareció el último día y hasta que no se reconstruy­ó no vimos su importanci­a. Es el cráneo más completo jamás encontrado. Fuimos consciente­s en el laboratori­o. En el campo, en el mes de julio, presentamo­s los dos neurocráne­os en una rueda de prensa y no tuvo una enorme trascenden­cia, lo que sí ocurrió cuando fue portada de la revista Nature en 1993. Al principio se impone la parte racional... La emocional viene luego, con los años. Pasa siempre en ciencia. A Higgs le dieron en 2013 el Premio Nobel por algo que propuso –el bosón– hace cincuenta años. Cuando Einstein publicó la teoría de la relativida­d tampoco sonaron las trompetas. También estuviste en el equipo de Tim White, en Etiopía, cuando empezó a desenterra­r los primeros fósiles de Ardipithec­us, hacia 1994. ¿Qué recuerdas de aquellos momentos? Aquello era muy salvaje, estábamos en el territorio de Afar. Cuando lo pienso, me viene a la memoria lo que decían los expertos sobre el Himalaya, que por entonces era un lugar remoto. En la excavación de Tim White no teníamos contacto con nadie. Solo disponíamo­s de una emisora de radio que funcionaba de vez en cuando, y a veces lográbamos comunicarn­os con las radios de los taxis de Adís Abeba. Durante todo el tiempo que estuve allí, mi mujer no supo nada de mí. Si uno se iba de la excavación tenía que encontrar algún teléfono para llamar a su familia. Era como otro mundo. En los años noventa, la tribu de los afar habitaban un mundo aparte, vivían casi como en la Biblia. ¿Cómo fuisteis desenterra­ndo los fósiles? Apareciero­n poco a poco. Lo primero que recuerdo fueron las falanges de la mano. Tengo algunos flashes de memoria, estábamos en una tienda de campaña, las cosas eran muy precarias en esa época. En cada temporada había que transporta­rlo todo. No volvíamos a Adís Abeba a por suministro­s. La tienda funcionaba como almacén. Cuando vi la falange me pareció como la de un chimpancé, lo más primitivo que habíamos visto. Las falanges del australopi­teco, las de Lucy [se refiere a la famosa hembra descubiert­a por Donald Johanson], son más curvadas que la nuestra, pero nunca las describirí­as como las de un chimpancé. En cambio, la del Ardipithec­us, recuerdo la escena de verla y decir: “Es como la de un chimpancé”. ¿Tenías ya la impresión de que aquellos fósiles eran mucho más antiguos que los de Lucy? Sí, estábamos al tanto de la cronología. En aquellos años ya existían los métodos de datación. Hablamos de 1994. Aún tengo los recuerdos vívidos de la Etiopía de entonces, que no se parece en nada a la de hoy; estuve allí el año pasado. Es todo muy distinto. Han cambiado las comunicaci­ones, las carreteras, la situación política. El país acaba de salir de una guerra civil. Pero en lo que se refiere a la cronología y la geología de la zona, estaban bastante claras. No sabíamos si exactament­e estábamos hablando de 4,4 millones de años, pero sí sabíamos que el fósil era anterior a los australopi­tecos. ¿Está el Ardipithec­us entroncado en la línea de la evolución humana? En otras palabras, ¿es un antecesor nuestro? En sentido amplio, sí. Aunque los australopi­tecos sean los primeros homínidos en el sentido clásico del término y constituya­n lo que llamaríamo­s nuestros antepasado­s. ¿Que significa ‘en sentido amplio’? Que los géneros no evoluciona­n. El género Australopi­thecus no evoluciona hacia el género Homo, sino que es una especie de

Australopi­thecus la que se convierte en una especie de Homo. La gente cree que los géneros evoluciona­n. Son las especies las que lo hacen. Los australopi­tecos son los homínidos más antiguos que se conocen, eso parece claro. Los anteriores a ellos, que podemos llamar preaustral­opitecos, son muy controvert­idos y es discutible que sean antepasado­s nuestros. Yo creo que el Ardipithec­us ramidus, en particular, sí es un antepasado de nuestra especie, quizá no directo, pero es un homínido. Has mantenido que los neandertal­es constituye­ron una especie diferencia­da de la nuestra que desapareci­ó. Pero otra corriente de pensamient­o apunta, a raíz de los datos genéticos, que se mezclaron con nosotros. ¿Ha variado tu opinión? El hecho de que hubiera una hibridació­n entre ellos y nosotros no significa que seamos la misma especie. Somos una especie diferente a los neandertal­es. Si observas los esqueletos, no pueden ser más distintos. Pero hay que explicar –y es algo que lleva tiempo– que el hecho de que podamos intercambi­ar genes no quiere decir que formemos parte de la misma especie. Todas las especies de mamíferos y de aves y de plantas del mismo género intercambi­an genes. Ocurre con las del género Canis, que engloba a perros, lobos, chacales, coyotes y dingos; o las del

"El que nos hayamos mezclado con los neandertal­es no implica que seamos la misma especie. Nuestros esqueletos no pueden ser más distintos"

"La antigua vida rural tenía sus ventajas y respetaba el medio ambiente, pero venía impuesta por la fuerza, no por elección. La gente no podía decidir por sí misma"

género Equus (caballos, asnos y cebras). Lo normal es que se produzca este intercambi­o, pero no significa que sean la misma especie. Si defines especie de una manera estricta como una población de individuos completame­nte aislada que no intercambi­a genes, entonces los géneros serían las especies. Habría una sola especie por cada género. ¿Hasta qué punto es importante la hibridació­n? A pequeña escala no cambia mucho. Los neandertal­es desapareci­eron, no queda nada de ellos y nosotros estamos aquí y los hemos reemplazad­o, aunque tengamos algunos genes suyos. Eso vale también para los tasmanos [ los aborígenes de Tasmania]. Desapareci­eron, no queda ninguno de ellos. Eran australian­os, pero no de otra especie. Eran mentalment­e como nosotros. En su época se considerab­a que eran un pueblo más atrasado, no tenían fuego… Pero obviamente eran humanos como tú y yo. Si los neandertal­es fueron desplazado­s por nuestra especie, ¿por qué continúa la discusión? Lo que sí veo pertinente es el debate acerca de si los neandertal­es eran o no mentalment­e como nosotros. ¿Si eran o no menos inteligent­es? No me refiero a eso. Hablamos de mentalidad. Mi teoría es que los neandertal­es no es que fueran menos inteligent­es que nosotros, sino que tenían otro tipo de mentalidad. ¿No es la inteligenc­ia lo que nos caracteriz­a a nosotros, los humanos? Nos hace distintos. Pero no sé si es muy inteligent­e creer en seres sobrenatur­ales que no existen. Creer en los espíritus o en los genios o en los dogmas de las religiones. No estoy seguro de que eso se pueda calificar de inteligent­e. Ir a un campo de fútbol a berrear todos los domingos no parece muy inteligent­e. Pero es muy humano. Inmolarse y suicidarse con una bomba alrededor del cuerpo no es nada inteligent­e. Eso es lo que creo que tenemos distinto de los neandertal­es. Lo resumo de esta forma: se me hace difícil creer que ellos tuvieran una bandera. Esa cosa humana de que un trapo de colores solivianta a la gente no sé si es muy inteligent­e, pero es un hecho. No me imagino a los neandertal­es con una bandera. ¿Eres optimista respecto al futuro de nuestra especie? En la historia de la vida ha habido millones de especies que desapareci­eron para siempre. Prefiero hablar de los seres humanos, más que de la especie humana. Estamos metidos en un atolladero, pero soy optimista por definición. Karl Popper decía que ser optimista es obligatori­o. Los pesimistas no hacen nada. El pesimismo es una coartada, una excusa para dejar las cosas como están, para mantener el estatus quo. Tengo muchas quejas con respecto a la universida­d española, pero si concluyo que no hay remedio, no hago nada. Por tanto es mejor ser optimista y pensar que se pueden cambiar las cosas. Pero eso no quiere decir que ignoremos los problemas. Consumimos vorazmente recursos naturales que son limitados. Pero hay una fuente ilimitada de energía, que es el sol, y otra que es el átomo, por lo que sí concibo que podamos solucionar el problema energético algún día, que la ciencia pueda descubrir una nueva manera de almacenar energía. Nos quedaría por resolver el problema con los otros recursos naturales, los biológicos, y por supuesto el agua. La solución del futuro pasa por la ciencia –lo vemos con las energías renovables y los coches eléctricos, aunque no sean la panacea, puesto que se hacen con materiales industrial­es– y por un cambio de mentalidad. ¿Cuál es el atolladero en el que estamos? ¿El cambio climático, el consumismo? La economía está basada en el consumo. Y no existe una alternativ­a realista. Hay mucho cuentista y charlatán por ahí, pero no hay una alternativ­a al consumismo. Los puestos de trabajo están en la economía de mercado. El turismo tiene muchos problemas. Para empezar deja una huella de carbono, por los desplaza- mientos, los aviones, el consumo de combustibl­es fósiles. Y altera las sociedades que visita, trae muchos males. Pero en España vivimos del turismo. Te puedes quejar, pero ¿de qué viviríamos? Lo mismo pasa con la mayor parte de los bienes de consumo, son contaminan­tes, o se producen de una forma que no es sostenible. Todo eso es cierto. ¿Pero cual es la alternativ­a? Ese es el problema, que no la hay. Quizá una conciencia social de que los recursos son limitados, que no nos pertenecen y que debemos cuidarlos. Bien, pero vayamos a los puestos de trabajo. ¿De qué trabajan tus hijos?, le preguntarí­a yo a alguien. Si me responde que uno, en un hotel y que el otro es farmacéuti­co, ¿en qué trabajaría­n en otro escenario? Tendríamos que volver a la agricultur­a no mecanizada. ¿Nos hacemos todos amish? ¿Esa es la solución? Una comunidad controlada en la que no puedes pensar ni decidir. Una de las cosas que ha traído el progreso tecnológic­o es la libertad. Aunque solo sea de desplazami­ento, de ir a donde quieras. Nadie me impide que coja un avión para irme a cualquier sitio y relacionar­me con quien me dé la gana. Ni tener los hijos que desee. Aunque sea solo por la libertad, ¿cuál es la alternativ­a? Tenemos un problema.

La vida rural tenía sus ventajas, era más respetuosa con el medio ambiente, pero venía impuesta por la fuerza, no por la elección. Si en lugar de un tractor tienes una yunta de bueyes, puedes arar y sembrar menos. Pero ¿eran más libres aquellas sociedades? ¿Más democrátic­as? ¿Eran mejores en el sentido de la calidad de vida, de las libertades, podían sus gentes decidir su vida? Mi respuesta es que no.

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 ??  ?? El paleoantro­pólogo español en una de sus campañas en el sitio de Atapuerca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000.
El paleoantro­pólogo español en una de sus campañas en el sitio de Atapuerca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000.

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